domingo, 5 de octubre de 2008
CINE CINE CINE
En un tiempo en el que cada vez se va menos al cine y cuando lo hacemos compramos las entradas por internet recuerdo que la gran pantalla forma parte de mis mejores recuerdos. Cuando a las cinco saliamos de clase corriamos a casa para merendar algo rápido y llegar a la sesión de las siete, la entrada que veis corresponde a una sala que cerro hace mucho como cine aunque el nombre continua como uno de los mejores locales de conciertos de España (aunque aquí casi nadie lo vea). En el capitol aplaudí la aparición de Superman para salvar a Lois Lane, me sorprendí ante el tamaño de los destructores imperiales de la saga de las Galaxias, flipe con el Delorian de "Regreso al futuro" y desee aprender artes marciales con Karate Kid. Recuerdo el bar de la parte superior, que apenas cambió, en donde comprabamos caramelos y gominolas; las butacas rojas y las plateas de los laterales donde se estaba más comodo; las colas para pillar entradas si uno llegaba tarde y las dudas al estar en los límites de los dieciseis en alguna película. Muchas de las películas que allí disfrute ahora las comparto con mis hijos en el sofa de casa y revivo en sus caras lo que yo sentí en aquella época; no creo que cualquier tiempo pasado fue mejor pero, al menos en mi caso, fue en muchas ocasiones muy muy bueno.
jueves, 3 de abril de 2008
F40 y los Cars
El primer objeto de mi particular caja de tesoros tiene muchos años; procede de Caramulo, un pequeño pueblo portugués a donde llegué siguiendo un recorte de un dominical. Para un amante de los coches como yo, un museo con joyas como las que allí me prometían era un anzuelo demasiado jugoso como para no picar; y no me decepcionó, dos Ferrari aparcados ante la puerta fueron el preludio de una de las tardes más divertidas que recuerdo. A la salida compré ese F40 de madera que podéis ver y que lleva conmigo unos 15 años, está un poco envejecido pero conserva el sabor de aquel museo al que espero volver.
La canción que hoy quiero dejar en el cofre con el coche se remonta aun más atrás en mi vida, a 1984, cuando mi vida caminaba entre la sala de juegos, los macarrones gratinados de la “Napoles” y las noches de discoteca. El sonido de los Cars y este “Heartbeat city” siempre me producía una sensación mezcla de angustia y esperanza, una sensación que aun me acompaña hoy en día.
La canción que hoy quiero dejar en el cofre con el coche se remonta aun más atrás en mi vida, a 1984, cuando mi vida caminaba entre la sala de juegos, los macarrones gratinados de la “Napoles” y las noches de discoteca. El sonido de los Cars y este “Heartbeat city” siempre me producía una sensación mezcla de angustia y esperanza, una sensación que aun me acompaña hoy en día.
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